viernes, 14 de octubre de 2011

DE LO MECÁNICO A LO TERMODINÁMICO. Javier García-Germán, Gustavo Gili, 2010.

DE LO MECÁNICO A LO TERMODINÁMICO. Javier García-Germán, Gustavo Gili, 2010.

Finalizada la era de los combustibles abundantes y baratos se abre un periodo con menos energía disponible. Esta escasez y el cambio climático nos dirigen a un nuevo modelo energético.
La crisis energética de 1973 constituye un referente. La reducción de la energía disponible puso de manifiesto por primera vez la posibilidad de un cambio de modelo energético, marcando el comienzo de una nueva cultura de la escasez energética.  Surgió la necesidad de entender qué es y cómo funciona la energía, lo que dirigió el interés hacia la disciplina de la termodinámica. Los acontecimientos y el trabajo de Nicholas Georgescu-Roegen e Ilya Prigogine en torno a la entropía pasa a considerarse imprescindible. 
La escasez energética de 1973 explicitó la estrecha dependencia entre la economía y el medio ambiente, poniendo de manifiesto que el sistema económico global no es más que un subsistema de los sistemas naturales. Esto condujo a entender que la crisis energética estaba vinculada a crisis ecológica. El problema de la energía era un problema que deriva del modelo moderno de implantación del hombre sobre el planeta y del mal uso que hace de las fuentes de energía.
El año 1973 marca también el arranque de una cultura arquitectónica, la autosufiencia energética de la vivienda. Colectivos como el Solar Movement, el New Alchemy Institute presentan propuestas que van desde el empleo de recursos pasivos de arquitecturas vernáculas a tecnologías punta de captación solar y eólica.

New Alchemy Institute  1970

Lo más importante de estos años es el inicio del periodo de reflexión acerca de entender la arquitectura en torno a la energía y a las relaciones entre el hombre y el medio, comienza así la definición de un programa arquitectónico interesado en la energía desde la perspectiva ofrecida por los intercambios termodinámicos, los sistemas dinámicos y la energía. 
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Patrick Geddes considera que la evolución de un sistema social puede medirse en función de la cantidad de energía disponible y de su empleo, a mayor energía disponible mayor desarrollo, por tanto el uso racional de la energía  está estrechamente ligado a la progresión de la vida. Estas ideas arman la propuesta de Geddes de introducir un nuevo modelo energético (al que denomina neotécnico) que transforme la era industrial y que, a diferencia del actual (paleotécnico), supere el deterioro a favor de la conservación de la energía y de la evolución de la vida social.  Ante un escenario de escasez de energía y materiales, la evolución de cualquier sociedad sería únicamente posible desde estrategias conservacionistas vinculadas al primer principio de la termodinámica, como son el control en el uso de recursos, la eficiencia de las transformaciones o la contención en el uso.
Lewis Mumford trabaja sobre las ideas de Geddes, para quien su teoría de neotécnica solo suponía una reorganización exclusiva de las actividades humanas, a diferencia de él, Mumford propone una redefinición de las relaciones entre las actividades humanas y los fenómenos físicos y biológicos que las activan.
Estas nuevas relaciones de interdependencia sólo se lograrán a través de un “ideología orgánica” que reduzca la distancia entre lo orgánico y lo mecánico. Alcanzando el objetivo cuando haya un equilibro entre la energía convertida de los sistemas naturales y la energía empleada en el desarrollo social. Mumford entiende que el urbanismo es una herramienta clave para ajustar los intercambios energéticos entre sistemas artificiales y los sistemas naturales. 
Las propuestas de Mumfor y Fuller parten de la escasez de recursos materiales y energéticos y la necesidad de replantear las relaciones entre la sociedad y la naturaleza, pero sus propuestas son distintas. Si para Mumfor la solución pasa por diluir la era industrial, para Fuller la solución se encuentra en su intensificación. Con una mirada característicamente moderna, Fuller entiende que la relación entre hombre y naturaleza debe plantearse mediante una gestión científica de los recursos naturales a través de la tecnología.
Las vías abiertas por  Geddes-Mumfor y  por Fuller son un claro precedente de casi todas las líneas de trabajo que se desarrollan en la actualidad en torno a la energía. Tanto del enfoque impulsado por Lacaton& Vassal en su apuesta por las bajas tecnología y economía de medios, como el trabajo o propuestas de la high tech de Renzo Piano, Richard Rogers y Norman Foster encaminadas a la eficiencia energética.
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A diferencia del primer principio de la termodinámica, que postula la conservación de la energía, el segundo principio introduce una función de estado, la entropía, que describe la degradación cualitativa de la energía que contiene un sistema. La entropía es una variable que aumenta irreversiblemente con el paso del tiempo y manifiesta el aumento del desorden de un sistema. La entropía introduce en los sistemas dos variables que hasta ahora no se habían considerado, el paso del tiempo y su degradación.
La figura de Robert Smithson ilumina el debate en torno a la entropía. En su ensayo: Un recorrido por los monumentos de Passaic, Nueva Jersey, revela la realidad entrópica de los paisajes industriales abandonados. Dice Smithson:
“Passaic parece estar lleno de “agujeros” en comparación con la ciudad de Nueva York, que parece estrictamente empaquetada y sólida. Estos agujeros son, en cierta sentido, los vacíos monumentales que definen, sin pretenderlo, los vestigios de la memoria de un juego de futuros abandonados”.

Debemos aceptar las situaciones entrópicas y aprender más o menos a reincorporar estas cosas que parecen feas. Smithson proponer no volver a rellenar la mina, sino interactuar con ella.

Contrariamente a la ley de la entropía, los organismos vivos demuestran que se puede avanzar hacia estados de mayor organización interna. El trabajo de Ilya Prigogine en torno a las “estructuras disipativas” demostró que en un proceso entrópico la disipación de la energía y de materia se convierte, lejos del desequilibrio, en fuentes de orden. Frente a sistemas cerrados aislados condenados a degradarse, los sistemas abiertos son creativos: intercambian materia y energía con el exterior, evolucionando hacia estados de mayor orden.

Sanford Kwinter recoge el interés de Smithson por la entropía y por el paso del tiempo, y las teorías de estructuras disipativas de Prigogine. Señala que es necesario revisar la relación de la arquitectura con su entorno y su evolución en el tiempo. Aboga en su “teoría del lugar” por una arquitectura capaz de reaccionar ante los estímulos de materia, energía e información que recibe del lugar en el que se enclava.

La entropía ofrece un nuevo marco de actuación desde el cual es posible entender la realidad material a través del paso del tiempo, la termodinámica ofrece la oportunidad de entender el proyecto en función de lo intensivo: la temperatura, la presión o la cantidad de energía potencial almacenada. En esta dirección se pueden alinear las propuestas distantes de Philippe Rahm y Stan Allen, el primero interesado en definir una arquitectura a través de la intensidad de las cualidades atmosféricas y el segundo interesado en definir una arquitectura capaz de operar en campos de intensidad variables.

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Desde que en la década de 1960 se considera al hombre como un agente ecológico más, los mecanismos de funcionamiento de los ecosistemas han sido emulados para el diseño de los sistemas artificiales. Este es el caso de John McHale y de Willian McDonough, quienes diseñan los sistemas industriales como ciclos cerrados, o de Salvador Rueda que apuesta por la ciudad compacta mediterránea en base a recuperación de entropía en términos de acumulación de información.
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Tanto los principios termodinámicos como los procesos ecológicos proporcionan unas herramientas estrictamente científicos con los que abordar la construcción de lo sostenible. Sin embargo, al emplear únicamente criterios científicos se excluyen los culturales, Michel Serres en El contrato natural plantea la necesidad de crear un nuevo marco capaz de regular los acuerdos que se deben alcanzar entre las necesidades técnicas y las culturales.
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Este libro nos muestra dos aproximaciones diversas que abarcan una multiplicidad de escalas:
·         Movimiento de la arquitectura hacia el territorio. Arquitectura acoplada a su entorno, capaz de reaccionar a los estímulos de materia, energía e información procedentes del medio donde se enclava, que capte, almacene, transforme, organice y dosifique recursos y que se adapte a regímenes de materia y energía cambiantes.
·         Este movimiento de la arquitectura hacia el medio debe estar secundado por la introducción del ambiente en la arquitectura. Proyectando estructuras o formas que minimicen la inversión de materia y energía, optimicen su comportamiento ambiental en términos energéticos.


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